sábado, 22 de junio de 2013

La calma de los elefantes

No es soberbia aunque podría confundirse. No se olvidó de lo duro que fue. Recuerda perfectamente cómo se movía el timón en aquella tormenta, cuando el capitán de turno decidió tirarse al agua y nadie se animaba a agarrarlo. También, tiene presente la sensación intacta en sus manos de todo lo que costó pasar el último temporal con el curso firme, incluso en la duda extrema y agotadora.

Con el tiempo, sus ojos se fueron llenando de inviernos, de veranos y algunas primaveras. Poco sabe de otoños pero bastante de hojas caídas. Sus ojos se achinaron con los años, su sonrisa la comparte con cierta tranquilidad y sin tanta prisa. Sabe no escatimar en un buen gesto pero es de los que prefiere esperar a la confianza para brindarlo. Desconfía menos, aprende más, busca incansablemente.

Ahora parece andar con la calma de los elefantes. Reconoce que su velocidad no es explosiva, que su fuerza depende del envión, que tumbarlo -después de tantos embates- no va a ser fácil, que llegar es parte del camino, que nunca va a dejar de ser vulnerable.

Todo llega cuando tiene que llegar y así se va. Poco logramos aferrándonos. Tomar nota de lo aprendido, desear lo mejor y echarse al ruedo una vez más, sin rencores, sin desatinos, con buena leche, con la certeza de que todo pasa por algo, con alguien, en el momento indicado para ambos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Leer blogs! Qué buena manera de sentirse acompañada en la madrugada! Salud al antihéroe q escribe aquí!!!

ANTIHéROE dijo...

Se agradece. Salud Anónima!