Nada para decir y, sin embargo, me desdibujo en un pedazo de papel que nadie puede ver. Es contradictorio pensarlo de este modo pero de repente "lo real comenzó a ganarle la parada a lo virtual".
El cansancio, las horas fuera de casa, de mi hogar, convirtieron al "tiempo" en un preciado valor que necesitaba para volver a comenzar.
Y así andan los días, sin demasiada noche, sin demasiado en qué pensar, pensando tanto en lo mismo que uno se va volviendo mono-temático y la hazaña de no aburrir entorpece todo tipo de comunicación.
Qué pasaba antes que todo se volvía tan necesario? Qué seduce de la noche y del impulso de no dejar nada adentro? Por qué ahora se me vuelve difícil seguirle el tranco a lo virtual?
Me pregunto y más que responderme, agradezco. Porque virtual o no, se volvió real, como todo aquello que uno vive. Escribir sin saber bien que escribir y descubrirse diciendo algo, es una sensación extrañamente placentera. Como alguna vez supe decir, no importa ser perfecto -ni digno ejemplar- solo importa tener algo para decir y querer compartirlo.
Y me vuelvo -tímidamente- sobre mis pasos para pensar que las cosas son como se van haciendo. Repasarlo todo por arriba, medio a la que te criaste. Alguna batalla más, algún partido menos, empates y derrotas de por medio, y -sin embargo, de todo eso que pasamos pienso que no fueron las victorias las que nos pusieron donde ahora estamos parados. Sea cual fuere ese lugar.
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