Ese viernes 13

"Siento que de esta noche nos vamos a acordar toda la vida", le dije un poco tímido a mi gran amigo mientras enrollábamos unos cables.

Todo había pasado, el momento de gloria, la euforia estaba bajando, yo había sido el director de la orquesta y todo alrededor funcionó. Mi gran amigo respondió con una frase "cuando se cerró el telón yo pensé lo mismo". Ahí me di cuenta de algo hermoso: habíamos crecido un poquito más. Y en lo personal, pude sonreir porque me di cuenta de otra cosa.

En mi vida yo fui creciendo a los golpes, con cosas muy duras en edades tempranas que me empujaron a saltar aún cuando hubiera preferido seguir así. Entonces me doy cuenta de que algo está cambiando en mí.

Anoche crecí, di otro estirón, y no me dolió nada. Confieso la presion previa, el cagazo, la ansiedad, la locura, pero fue lindo. Y no voy a negar que en algún momento me hubiera gustado mucho ver a mi vieja sonreir -como solía hacerlo- al verme pasar encolquecido conociendo esas cosas que siempre ignoré.

Pienso que es sano llorar. Pienso que lo tenía en la boca del estómago anoche cuando todo terminó. Quizás no era hambre sino un montón de ganas de agradecerle, de abrazarla, de decirle que su "hijito" estaba creciendo.

Estoy muy feliz. Lloro un poco. Creo que es sano. Creo que hay que hacer. Creo que crecer no es envejecer.

Quizás a mi alrededor no lo note nadie pero sé que este camino es largo y cada vez estoy más dispuesto a llegar al final del viaje con una sonrisa.