domingo, 29 de julio de 2012
Silencioso, milimétrico y controlado.
Empieza por una taza. Luego, un vaso apurado de agua queda cerca. Más tarde, el otrora vaso de agua se mueve al lado de la taza, que ahora ya se ven acompañados por un pequeño platito con migas de una torta de ricota y un cuchillo. Sale la taza, se empuja con agua y un poco de detergente los restos de cafe. Al rato, vuelve pero con una cucharita adentro. Todo es milimétrico, silencioso y mientras no se vea caótico va a seguir ahí. Sin embargo, todo se echa a perder con la postergada cena de trasnoche. Solo fueron unos fideos, un poco de verdura salteada para acompañarlos pero entre el colador, la sartén, la ollita, el plato, cubiertos y otro vaso más, todo se descontrola. Uno se despierta un domingo y sabe que lo que tiene por delante es una responsabilidad: la de dejar todo en cero -o en dos- para que vuelva a empezar silenciosamente a convertir todo en un caos en el que no sepa por donde empezar hasta que sea domingo de nuevo.
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