Pienso en los limites. Pienso en ella. Creo que le gustan. Se me ocurre que hice bien en poner alguno y -ocasionalemente- generar que pida permiso para romperlo y, por supuesto, otorgárselo.
Creo que prefiere los limites a su libertad, la hace sentir segura, le muestra cuanto se está alejando de la gente, de la cotidianeidad. Cuanto ha volado y cuanto le queda por volver.
Alguna vez alguien dijo que la diferencia entre explorar y perderse es que en la primera uno conoce el camino de vuelta. Creo que el límite la ayuda a explorar y ese mismo limite me provoca el perfecto mirador a un mundo desconocido, fascinate y exquisito al que puedo enriquecer y encontrarle forma, como quien mira el cielo y ve figuras en lugar de nubes.
Es extraño pensar que nos une una forma extraña de "limite". Para ser honesto siempre fui bastante malo a la hora de encontrar limites. Tanto para ponerlos como para acatarlos.
Vuelvo a concentrarme en la idea de ella. En ella como idea. Caigo extrañamente en la clara de situación de necedidad más no de amor. Ella me necesita para poder volver y yo la necesito para no perder de vista el más allá. Uno que no puede evitar andar preocupado por los detalles concretos de lo cotidiano y otro que no puede evitar perderse en su mundo.
Entonces me permito distraerme con una idea final: ¿Qué podría ser eso que nos hace ser como no pensamos que seríamos? ¿Qué nos mueve a hacer cosas de las que nos creíamos incapaces?
En definitiva, qué sería eso que nos ayuda a ser mejores personas?
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2 comentarios:
No le pidan coherencia al corazón
primero dejá de ser anónimo.
Después hablamos.
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